domingo, 2 de diciembre de 2012

Sentimientos encerrados

Hace exactamente una semana, a esta misma hora comenzó el final de la historia. Estaba a punto de dormir después de un día extraño. Me tendí en la cama y cerré los ojos. Un hormigueo en el estómago no me dejaba en paz. Me volteé, miré hacia arriba y lo único que podía distinguir era el cielo oscuro de mi habitación. No había nada. Un frío sobrecogedor me acariciaba aquella noche. No sabía lo que iba a suceder. En cuestión de minutos puedes terminar una historia que nunca supo cómo empezar.

Me desperté. Sentía la boca seca. Fui a por un vaso con agua y me senté en una silla de la mesa del comedor. Mis manos sostenían mi teléfono celular. Mis dedos apuntaban su nombre. No sabía exactamente qué hacer. Las cosas iban mal y tampoco lo quería aceptar.

Mandé un mensaje. Pensé que todo iba a mejorar. Que todo cambiaría y estaríamos bien. No sucedió. Ella contestó y luego yo y así pasamos dos horas. Yo no sabía qué pensar. Estaba confundido. Es decir, si todo iba a terminar así, ¿había sido en vano? ¿realmente no le importó nada? Mi cabeza daba vueltas y ese mismo cosquilleo recorría todo mi cuerpo. Sentí un nudo en la garganta. Estaba a punto de llorar. Ya había pasado tiempo desde la última vez que lloré por algo así.

Después de hacer todo un ritual con palabras, sucedió lo inevitable. Había que ponerle fin a todo. Era complicado, pues fue algo que nunca comenzó. ¿Cómo terminar con algo que no tuvo un inicio? De la manera más absurda que pude haber imaginado, pero así fue.

A la una con quince minutos ya estaba roto. Tenía una lágrima escurriendo en la mejilla y las ganas de dormir se habían esfumado. No sabía qué hacer. No quería llorar. Me sentía realmente mal.

A la mañana siguiente creí que todo había sido un sueño, pero estaba equivocado. Todo era diferente. Un vacío se adueñó de mí y una tristeza me inundó el cuerpo. No quería saber nada de nadie. Quería desaparecer. Nada de amigos, nada de familia, nada de nada. Y eso hice. Funcionó.

El tener un tiempo para mí me hizo bien. Me hizo darme cuenta de lo que había pasado. Sabía que estuve unas semanas con la mejor chica que pude haber conocido. Ella lo tenía todo, era hermosa, buena, amable, era todo lo que cualquier chico desearía. Por aquella razón no era el único que anhelaba estar con ella. Una inmensa lista de pretendientes aumentaba a diario. Todo fue realmente maravilloso y no cambiaría uno sólo de esos momentos que pasé a su lado por nada del mundo. Se quedan como recuerdos que conservaré por un largo tiempo. Las cosas no se dieron y tampoco es justo buscar culpables. Ella es una excelente persona y aunque aun la extraño, sé que nada será igual. Por eso es mejor alejarme y no regresar ni saber de ella. Porque ella ha sufrido mucho y merece ser feliz. No quiero incomodarla con mi presencia ni nada por estilo. Sólo quiero que le muestre a la gente esa hermosa sonrisa que me mostraba a mí por las tardes. Quiero que esté bien y quizá ya lo está desde hace unos días, mucho antes que yo.

Es difícil cuando alguien que quieres decide marcharse, pero si fue especial dejará una marca en ti. Una huella imborrable que permanecerá en tus recuerdos después de algunos años. Ella hizo que despertaran sentimientos que no pensé volver a dejar salir. Se lo agradezco. Y aunque algo que iba tan bien puede ser destruido en cuestión de segundos, valió la pena cada momento que viví y compartí con ella. Sé muy bien que no sentiré lo mismo otra vez, pero me voy con una sonrisa esperando que ella pueda, después de esto, confiar en el siguiente chico, arriesgarse y ser feliz. Es lo menos que se merece.

Yo haré lo que más me gusta. Y también cumpliré una promesa que le hice. Después de eso, los recuerdos me sacarán de los malos ratos y sé que cuando las cosas estén mal, podré mirar atrás y ver la tarde en la que estábamos juntos para que una sonrisa sincera se dibuje en mí. Cuando más lo necesite, su imagen vendrá a mí, pero mientras tanto los sentimientos permanecerán encerrados una vez más...




Hasta pronto, A.P.A.

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